Editorial

Incendios (II): lecciones

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En febrero del año pasado, con motivo de devastadores incendios en el sur del país, este diario comentaba que, dejando de lado acciones intencionales, “factores estacionales y climáticos han vuelto estas ocurrencias tan periódicas como dolorosas”. Justamente por eso, preguntaba a continuación, “¿no pudo haberse evitado? ¿No debimos estar mejor preparados? ¿Es que no aprendemos de la experiencia? ¿Estamos, tal vez, condenados a repetir estos desastres año a año?”.

Aún carecemos de una “cultura” de desastres naturales que cruce las instituciones y que se imparta en las personas a lo largo de toda su vida.

Los incendios que hoy enlutan al gran Valparaíso y Viña consumieron menos hectáreas de bosques que los de 2023 en el sur, pero cobraron muchas más vidas humanas y destruyeron muchas más viviendas. A la creciente presión del cambio climático, se agregan otros factores bastantes conocidos de geografía, densidad poblacional y crecimiento urbano poco ordenado (es decir, con infraestructura vial y de servicios subóptima) que generan el peor de los escenarios, pues favorecen el estallido y propagación de incendios, al tiempo que dificultan la evacuación de personas poco y el ingreso de ayuda.

Las preguntas del primer párrafo, por ende, siguen siendo válidas. Eso no significa, por cierto, que luego de cada catástrofe no se haga nada para preparase mejor ante la siguiente o por corregir errores. Por ejemplo, los recursos de la Conaf han aumentado, como también para contratar aviones cisterna y brigadistas, entre otras medidas.

De lo que carecemos todavía -curiosamente, dada la experiencia de Chile- es de una “cultura” de desastres naturales que atraviese todas las instituciones y, por supuesto, que se imparta en las personas a lo largo de toda su vida. Una cultura así permitiría, por ejemplo, que el buen funcionamiento de los sistemas de alerta fuera un mínimo exigible, no algo de lo que se habla sólo cuando hay problemas, como pasó la semana pasada. También, que el único diseño urbano aceptable fuera el que contempla la ocurrencia de desastres, y ningún otro.

Las elecciones municipales de este año son una oportunidad para que candidatos y ciudadanos pongan estos temas seriamente sobre el tapete, antes de la próxima temporada de incendios.

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